Desde los años 70, ecologistas y agricultores de Alemania, junto con activistas de toda Europa, se manifiestan contra la energía nuclear y el depósito de residuos radioactivos que se encuentra en la región de Wendland, en la ciudad de Gorleben.
Una vez más, del 24 al 28 de noviembre de este año, se han llevado a cabo diversas acciones encaminadas a protestar por el transporte de residuos radiactivos al cementerio nuclear; acciones que persiguen un objetivo concreto: ralentizar el paso de transporte hacía su destino final como forma de denuncia.
Han tenido lugar en diversas ciudades manifestaciones masivas. Pero también acciones de desobediencia civil en las que han participado miles de personas, como el “Castor Schottern”, cuyo objetivo es inutilizar la red ferroviaria retirando el balasto, las piedras que sostienen las vías. O acciones de pequeños grupos en el bosque del monte Göhrde dirigidas a dificultar el avance y control de la policía sobre las vías; Greenpeace además retraso en más de 15 horas el trasporte encadenándose a las vías y bloqueando con una furgoneta la carretera hacia Gorleben.
Un factor fundamental en todo el entramado de resistencia al paso del tren nuclear son los agricultores de la zona, que ofrecen alojamiento a los miles de activistas que acuden esos días, les ofrecen alimento e infraestructura en distintos campamentos diseminados en la zona, y bloquean las rutas y caminos con maquinaria agrícola. Todo sirve para denunciar el tren que trasporta 11 contenedores "Castor" con más de dos millares de toneladas de desechos nucleares.
20.000 policías de toda Alemania han sido movilizados para la ocasión, bajo la consigna de "tolerancia cero" hacía los activistas antinucleares y especialmente con los granjeros de la zona. Han sido más de trescientas las personas identificadas y denunciadas, y constantes las imágenes de abuso policial, incluyendo las agresiones a periodistas o el ataque a uno de los campamentos de los activistas.
Finalmente, el paso del tren ha conseguido retrasarse 126 horas, un tiempo record, que supone un triunfo para el movimiento antinuclear y una señal clara que la lucha contra la Industria de Energía Atómica está viva que nunca.
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